jueves, 6 de enero de 2011

.Baila, la música ha muerto.

Y entonces la iban matando cada tres minutos o en algunos casos hasta seis y siete, pero lo más tenaz era que caía una y comenzaban con la otra, y la gente alborotada, contenta y aterrada. Sólo unos cuantos quedábamos en pie, otras sentadas esperando que se estiraran los brazos y saliéramos corriendo o intentando hacerlo pero en un punto fijo. Pero nada, yo con eso no la voy, me miran esperando que haga algo, que no simplemente me quede evitando lo que pasa, que estire el brazo. Cuando intento pensarlo por segunda vez ya se va muriendo y cuando comienza la nueva desisto. Quiero salir y correr, pero de verdad, con un movimiento que me aleje de esos ojos expectantes que no hacen más que acusarme, pero yo me acuso de estar donde no quiero, de ver lo que no comparto y de oir algo que suscita algo tan distinto a lo que veo.