miércoles, 23 de marzo de 2011

y… ¿“el vacio como el principio de las cosas”?

Y ahí estaba, en el medio de la nada o en el centro de todo. Queriendo gritar. Gritando. Queriendo ser escuchado, ser visto, recibir una mano amiga. Queriendo opacar a quien lo escucha, a quien decidió tenderle una mano para que la considerase amiga. Se daba cuenta por fin que había estado ahí siempre. En el mismo lugar y bajo las mismas condiciones, sólo que ese día luego de los primeros pensamientos abrió los ojos sin proponérselo, los abrió y se dio cuenta de la realidad, de la soledad y el vacio que alguna vez no habían estado ahí o que no había sentido.

Bienvenue à Clownland

Todos estaban ahí o por lo menos parecía que estaban todos. El aire era denso, el alboroto como de costumbre, la algarabía peor. Al parecer si estaban todos. Y reían, hablaban, se interrumpían, se callaban y volvían a retomar. Uno se paraba en la silla, el otro brincaba, unos miraban e intentaban saltar, otros imitaban, unos cuantos lloraban pero aun así el maquillaje permanecía intacto, esa gran mancha roja que formaba una sonrisa tan falsa como el exterior intentaba opacar sin necesidad alguna todo ese rostro, como los demás el espacio y la atención. Las lágrimas caían, la sonrisa permanecía. La verdadera relación del interior y su antagonista.

Y mientras unos lloraban los que habían podido saltar o pararse en la silla esperaban atentos el momento en que las lagrimas intentaran dar señas de cesar, para así cambiar los trucos de flores por grandes y largos filos que transformarían esa tinta de la nariz en una de un color similar pero imborrable, porque al fin al cabo hasta en la tierra de los circos, donde abundan estos seres la amenaza es latente y la competencia constante.

miércoles, 16 de marzo de 2011

-Recordé-te-Encontré-

Ahí estaban. Ahí estábamos. En montones y montañas. Mezclados y por orden, pero no tanto, de varios colores y tamaños. Y estaban. Yo también estuve. Estoy. Y en algunos momentos son altos, gigantescos y en otros pequeños, regados, pero no importaba, todos volaban o intentaban hacerlo. Pero, estaban en una superficie. Todos compartían la misma, sin importar en qué posición se encontraran. Sin importar a qué distancia se encontraran. Todos estaban ahí. Yo también estuve, aunque creía que quizá no había estado. Algo me decía que si. Busqué y miré. Moví, desacomode, pero sin importar, todo volvió a quedar ahí. Sabía que estaba. Sin importar el desorden fui acercándome cada vez más. Pude asegurar que ahí estaba. Y… si, ahí estaba. Ahí estuve. Ahí te encontré.