El cigarrillo cada vez está más cerca del fósforo encendido.
El sofá se me hace gigante, el intento de plagiar a Guayasamín me abruma, en especial la imagen que es.
El cenicero, lleno de fósforos apagados en mi intento de no arruinar lo que con esfuerzo pensé, ni me interesaba lograr. El cigarrillo en mi boca, el filtro ya húmedo.
Está sentado en la sala del apartamento, son las 3:15 de la mañana, desde que colgó el teléfono está así. El pie lo mueve de manera descontrolada, lleva ya casi media caja de fósforos gastada. Sólo mira el Guayasamín, mueve el pie e intenta no caer en la tentación. Se enteró que tienen a su primo en el hospital, está muy grave.
Su primo vive en la capital desde hace dos años, cuando decidió que su pareja era más importante que las apariencias que deseaba guardar su familia. Tiene casi los treinta. En éste momento no se cree que vaya a llegar. Acaba de llamar Ramón, está muy mal, su voz ronca se quebró cuando le explicó la situación a Ezequiel. El amor de su vida está en una condición muy delicada de salud debido a tres tiros. Luís era y aún seguía siendo el protegido de Ezequiel. Las preferencias existen y éste era el preferido de sus primos desde niño. Siempre andaban juntos cuando jóvenes. Ezequiel fue la primera persona de la familia que se enteró de la inclinación sexual de su primo. Lo apoyó y lo acompañó, mucho, quizá más de la cuenta. Lo defendió cuando le contó a sus padres, el día que lo hizo, llevó a Ezequiel con él, hasta ese momento nadie más sabía. Desde ese día, en el que “Eze” había sido su apoyo, la vida en relación con su familia se volcó insoportable, supuestamente se habían resignado e iban a intentar vivir con eso, pero no apoyaban a su hijo en el ámbito público y le rogaban que fuera algo muy “bajo perfil.” Luís se aguantó esto un tiempo, unos años, hasta que conoció a Ramón, profesor, veinte años mayor, homosexual en la esfera privada y pública. Empezaron un romance, romance entre estudiante-alumno muy clandestino por ser esto algo complicado por la situación y la posición de ambos. Cuando Luís acabó el postgrado, siguió siendo privado, oculto, silente para la sociedad por el amor, el respeto y la idiotez que sentía hacía sus padres. Ramón se cansó del asunto y aceptó un trabajo en una universidad en Bogotá. Luis no aguantó más, abrió los ojos, Ezequiel le ayudó a despegar los parpados, se fue. Juntos tenían una muy bella relación, tanto en lo personal como en lo laboral, trabajan juntos, así lo se lo aseguraba a su primo, cuando lo llamaba, casi todas las semanas.
Ezequiel viaja, llega a la clínica, se encuentra con Ramón. Su primo acaba de fallecer. Ezequiel no parece asimilarlo. Se va luego de abrazar a quien consideró como un cuñado, se esconde en un baño y trata de devolver su vida, de ver cada momento que lo ha marcado o que simplemente recuerda, en especial, los que compartió con su primo.
Su primo le ha dejado los ahorros. Luego de los trámites, recibe el dinero, se queda un tiempo acompañando a Ramón. Regresa a su ciudad. En un intento de reestructuración de su vida, guarda muchos recuerdos, muchos momentos reflejados, abandona una parte de su vida, se desprende un poco de su familia, que no se ha enterado de la muerte de Luís, pues lo dieron por muerto cuando decidió marcharse. Ezequiel calla. Se da cuenta que están arrendando el local que queda debajo de su apartamento. Lo alquila. Lo convierte en un café-bar-restaurante, en uno como le hubiera gustado tener a su primo. Invierte el dinero que éste le dejó. Con su conocimiento en cocina, no ve fracaso.
Hoy prendo el cigarrillo de nuevo, el filtro está muy húmedo, no me importa, no sé qué ha pasado. Estoy dentro de mi vida, viendo lo que ha pasado, me he quedado en ese momento. Sé que no será el último cigarrillo, sé que el estrés y la ansiedad no se me irán. Es como haber vuelto, a estar en el baño del hospital, es como volver a sentir ese sufrimiento, ver.