Me nombraron Ezequiel, como el profeta, como el fortalecido por Dios según su significado en hebreo. De lo anterior me dí cuenta mucho tiempo después, de lo primero, cuando en el colegio me hacían escribir éste nombre, de manera obsesionada hasta que lo hiciera cada vez mejor para mostrárselo a mis padres, quienes no creo que me hallan nombrado por los aspectos religiosos, de hecho no sé por qué o en qué se basaron, lo único que escuché una vez a manera de broma (así lo asumí), fue que “era un nombre fuerte que tiene hasta la última letra del abecedario”, lo irónico fue que con el tiempo la gente empezó a llamarme “ese“ (S), como la letra con la que se escribe SOSO. Lo anterior no lo deduje ni lo pensé ni lo supuse siquiera Yo, me lo dijeron, casi, me dieron a entender. Desde ahí, me intrigué por conocer sobre el significado, no desde la perspectiva de mis padres sino desde mi punto de vista, como a intento de introspección.
Vivo solo, en un apartamento ubicado en el segundo y último piso, en el primero hay un café, como lo que los franceses llamarían un bistró, pero en Colombia, adaptado. Yo soy el dueño. A mis treinta y ocho años no es mucho, según lo considero, lo que haya hecho. Empecé tres carreras, no terminé ninguna pero empecé a trabajar y con el tiempo ahorré lo suficiente para dar la cuota inicial del local. El sitio es un bar-café restaurante, es un sitio tal y como a mí me gusta, sino fuera mío, sería cliente. Abrimos temprano, cerramos tarde, hay aire acondicionado y también mesas al aire libre, se venden productos con café, con licor, la mezcla de estos dos y otras, hay comida, en especial emparedados, ensaladas y pizzas. No es muy grande pero se ha ido consolidando en el sector. Tiendo a ser muy meticuloso, todo lo que se vende a excepción de lo que tiene que ver con repostería, son creaciones originales, propias, no saco un producto nuevo sin estar completamente seguro que me satisfaga y del mismo modo lo pueda hacer con mis clientes.
Algunas veces me levanto con ganas de caminar, con ganas de salir de mi rutina, camino, observo, salgo de mi entorno y me sumerjo en el otro más amplio. Tengo poca relación con personas apáticas al café. Hace poco conocí a Laura la joven que se encarga de toda la repostería, es nueva, he tenido con ella tres en el bar, las dos últimas, con algunos desacuerdo han intentado darme a entender que soy como la palabra que se escribe con “ese”, como me dicen, que contiene “o” y no es para pedir ayuda.
¡Qué fuerte esto! Está lleno de ese humor muy Coen, muy Jarmusch, también. Y también ese mismo sinsabor de un hombre muy triste, no soso, triste. Seguramente podrá tener muchos vericuetos. Revisa My Blueberry nights.
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