Conocí a Gabriel en Adrià de Besòs, Barcelona. Lo conocí por referencia de las personas en la búsqueda de transporte. Lo conocí limpiando un baúl. Habíamos parado ahí según el itinerario para buscar transporte hacia Palermo y así fue, nos sumergimos en (la) Melancolía.
Llegamos a Palermo. Luis desapareció en el aire. Permaneció en nosotros. Ramón no pudo quedarse mucho. Gabriel, el señor que nos llevó comentó que se iba a quedar que sí quería podía buscarlo cuando decidiera irme, quería conocer, recorrer y hacer propio aquel entorno que sucumbía en su belleza. Querer que lo que no es nuestro lo sea, así sea por un corto periodo de tiempo contrastando y contrarrestando nuestra realidad. Yo decidí quedarme un día más. O quizá dos.
Visité la playa de Mondello y recorrí uno de sus mercados, admiré la belleza de las frutas y las delicias artesanales que se podían ver. Entendí el deseo y la frustración de Luis al no poder venir en vida. Admiré, recorrí y degusté, tanto sus alimentos y propuestas como su ambiente, el entorno y la tranquilidad, una calma me recorría.
Llegué a un café y tomé asiento, pedí un vaso con agua y pude ver que alguien me llamaba de una mesa, era Gabriel, estaba sentado en una mesa al lado del vitral que daba a la calle. Me senté con él.
Le pregunté por el baúl. Me contó sobre su historia y sobre sus recuerdos de manera muy vaga. Me pareció una persona un poco rara, quizá porque pude ver un poco de mí en él…
“Los recuerdos son de la mente y el cuerpo, vuelven a uno cuando sea necesario o cuando los llames. Si se extravían en el tiempo y en el espacio universal o de tú mundo por alguna razón será. Es el valor que le damos a los objetos, a lo material, es un intento de aferrarnos a lo engañosa que pueda ser la memoria; es un intento de no querer soltar. Por eso mis recuerdos, los que quiero conservar están en mí, guardados y asimismo en un baúl. No siempre podemos cargar con nuestras maletas, por lo que no siempre podemos vivir en el pasado, enfrascados en los recuerdos. Los pasos que diste para llegar aquí nunca serán los mismos, han sido cosa del pasado, tú presente se agota con cada respiro o con cada intento de no soltar el pasado por frustrante que sea. Cuando nos aferramos a lo que hemos vivido, es el resultado de la falta de superación. Superación de lo que sea cuando nuestro ayer martilla brusco nuestro hoy, hay que buscar qué se hace; o sumergirnos en nuestro propio hoyo negro de la memoria o afrontar los vientos del hoy. Despedir, olvidar, concluir, por funesto que pueda resultar, sí es que se desea vivir o intentar hacerlo.”
Gabriel se quedó pero me presentó a alguien que había conocido y quien podría ayudar en mí viaje mi destino permanente. Tuve ganas de abrazarlo al despedirme, él simplemente me dio la mano.
Mateo, es muy bello esto, hay que hacer unas pocas correcciones, pero son muy sencillas. No se te olvide darle el vínculo. Y espera un poco, tal vez con lo que vamos a hacer el viernes pueda tomar otro rumbo.
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